gustav
Había días en los que todo pesaba más de lo normal. Esa clase de días en los que la cama se siente como un ancla y el mundo, como un ruido lejano. Aquella vez, mi gato Gustavo lo supo. No sé cómo, pero lo supo. Se subió a mi pecho, su ronroneo vibraba en mi piel, me bañó con su lengua áspera y se quedó ahí, como si su sola presencia pudiera sostenerme. Y lo hizo.
Pero Gustavo no es un gato que se conforma con solo estar. Es energía pura, es un incendio vivo. Después de un rato, empezó a moverse, a jugar por el cuarto, a hacerme entender que el dolor y el letargo no tenían por qué ser mi única opción. Fue en ese instante, al verlo correr y saltar con la libertad de quien no carga con dudas ni miedos, que entendí lo que tenía que hacer, moverme, quedarme estático no era opción.
“Destruye lo que te ahoga, incluso si eso significa destruirte a ti mismo.”
Tomé mi bici y salí. No fue solo una vuelta. Fue una explosión. Pedaleé con toda la fuerza que tenía en las piernas, sintiendo el aire golpearme la cara, llenando los pulmones de vida. Cada giro de la rueda era un latido, cada acelerón era un grito de liberación. Sentí que iba tan rápido que mi cuerpo ardía en llamas, como si todo lo que me detenía se estuviera consumiendo en el camino. Me liberé. Sin él y mi bici, me habría consumido en silencio.
Esta ilustración no solo es un grito silencioso, sino también un llamado a la acción. Romper con lo que nos ahoga puede ser doloroso, pero también es la única forma de renacer. La trampa de lo bello, de lo cómodo, puede ser mortal, y reconocerlo es el primer paso para escapar.
Esta pieza es un recordatorio de que no siempre somos víctimas de lo externo; a veces, nuestras propias decisiones, hábitos y temores son las raíces que nos atan. Y aunque el proceso de destruir lo que nos consume puede sentirse como un sacrificio, es, en realidad, el acto más valiente de amor propio.
Espero que, al conocer la historia detrás de esta ilustración, encuentres un momento para reflexionar sobre aquello que te mantiene inmóvil. Porque la verdadera libertad llega cuando nos atrevemos a soltar lo que nos ahoga, incluso si significa destruirse a uno mismo.